miércoles, 2 de octubre de 2013

Historia de Guagua No. 2

Parece ser que este es un sitio de muchas historias (la guagua), por lo menos para mi persona, ya que será esta la segunda (y no creo sea la última) historia que cuente que haya sucedido en el mismo sitio.
Salía yo de… bueno, tenía que coger esta guagua para llegar a mi casa, no, más bien a casa de mi abuela. Antes de subirme soy advertico de la siguiente manera: Ten cuidado con aquella de allá que te mira mucho. Lo de “aquella” lo dijo por el simple hecho de que no le cayó bien que me mirara, en fin.
Para nada era “aquella” más bien un “Madre Selva”, y mira que me quedo corto diciendo lo lindo que era aquel muchacho. Alto, de melenita, con ojos color café, un cuerpo para nada exagerado, pero que tampoco se podía dejar de mirar, y una sonrisa BELLA, así de sencillo, ni por el hecho de llevar brackets se podía decir que su sonrisa era fea, para nada.
Apenas me situé en el P10 para hacer mi recorrido, (queda claro que cuando te advierten de algo, y ese algo es casi prohibido, la tentación es mucha y casi siempre gana) empiezo a hacer un escaneo para ver donde se encontraba él, hasta que di con el objetivo. Desde ese entonces no hice otra cosa que mirarle, y él hacía exactamente lo mismo. En ocasiones se reía, otras me hacía muecas raras (que las llegué a entender cuando hablé con él por teléfono) indicándome que era su padre el que estaba a su lado, que tuviera cuidado. No estaba para descifrar esas muecas en ese momento, de veras que no. Mi mente solo dibujaba cosas en las que se encontraba presente él.
De repente cambio la mirada hacia otro punto, porque algo había sucedido, y cuando la regreso hacia donde estaba…PUF, ¿cuál sería mi sorpresa? Ya no estaba donde lo había dejado, se había acercado mucho más. Me sonrojé de tal modo que yo creo no exista tomate más rojo que mi cara en ese momento. Pero bueno, batazo aquel el que me había dado, cerca mío y además de verle bien, le podía oler. Para colmos, usa el perfume que me fascina, el Aqua di Giò. Simplemente genial.
Mucho más me llamó la atención. Se acercaba la parada del Lido, y lo veo un poco nervioso, haciendo algo que no atinaba a ver desde donde yo estaba. Llega la parada del Lido y se tiene que bajar, pero antes de hacerlo me cogió la mano y me puso un papel. Dios Mío! este muchacho está loco, enfrente de todos en la guagua que estaba repleta hizo semejante cosa. Después de que se me pasara un poco el susto por los nervios que me dió aquella acción suya, abrí el papel que decía exactamente esto: “Me encantas. Pedro” y a continuación su número de teléfono celular. Al momento le hice una llamada perdida y le mandé un sms. No fue hasta la noche que recibí una respuesta suya, el mensaje decía algo más o menos así: “No tenía el celular conmigo, ahora fue que vi tu SMS, llámame a la casa el número es:_____” y eso hice, lo llamé.
Hablamos por horas, de todo lo que se habla cuando no conoces a la persona del todo pero eso quieres, conocerlo. Que si el clima esto, que si tu música favorita aquello otro, que si mañana harás qué cosa, etc.
Hasta que se entra en otros temas y poco a poco se va subiendo en el tipo de cosas de las que se habla. Llegamos al momento de hablar de sexo, qué momento ese. Entre pregunta y respuesta nos encontrábamos teniendo sexo por teléfono, que cosa más loca y rica a la vez.
Me decía cosas bien morbosas y a su vez yo le decía otras mucho más con el objetivo de que las que a continuación vendrían fueran mucho más morbosas.
Esa conversación terminó con ambos bien engarrotados y gimiendo (cada uno por su lado del teléfono) hasta el clímax. Uff cuánto derrame en el piso recién renovado de la cocina de mi abuela, pero como suelo decir, por una causa justa. Después de aquello decidimos terminar la conversación y llamarnos al despertar para en la noche vernos.
Así sucedió, apenas me desperté, reviso el celular y tenía una llamada perdida, se había despertado antes que yo y me había enviado un sms. Le marco al móvil apenas concluí de leerlo y me llamó de inmediato. Estuvimos otro buen rato hablando por teléfono y decidimos vernos en la noche, me pasaba a recoger para ir a su apartamento y pasarnos la noche allá.
Alrededor de las 10:30 pm (aproximadamente) me llega un SMS suyo diciéndome que estaba saliendo para recogerme. Media hora después me estaba timbrando, eso significaba que estaba en donde habíamos acordado vernos. Nos montamos en un carro y hasta su apartamento en 28 entre 23 y 25.
Le dijimos al chofer que nos dejara en el Ditú que está cerca de ahí para comprar unos refrescos y algo para picar, ya que la noche prometía ser larga. Subimos a su apartamento, bien sencillo, con lo necesario para pasar la noche, el cuarto con un sitio donde dormir. Cama personal, pero no hacía falta más para pasar la noche enrollados y dormir así. Comenzamos hablando nuevamente, de la experiencia del día anterior (la de la guagua y la del teléfono), porque para mí ambas cosas habían sido todo un suceso novedoso. Hablamos y hablamos y entre charla y charla un beso, una caricia y ambos fuimos calentando el ambiente, que bien rico estaba ya con las luces tenues y todo eso que ayuda a que salga perfecto el momento, o al menos roce la perfección.
Dimos paso a lo que se sabía iba a ocurrir, estaba deseoso, pero no se lo di a demostrar, aunque me percaté de que él tenía deseos, solo que no dábamos ese pequeño paso, hasta que solo se dió. Todo fue bien despacio y romántico, cada cosa como se supone deba ser, besos y caricias, la ropa poco a poco de una parte y de otra y BAM, a la acción. No es que tenga yo un “top ten” ni nada de eso, pero tengo que admitir que recibí un muy buen sexo oral de su parte, eso lo coloca entre los mejores recibidos.
Luego de toda una noche de un fogoso sexo y salvaje a su vez, nos rendimos hasta casi las 12:00m, luego fuimos al Dinos Pizza del Yara y comimos. Nos despedimos. Esa noche conversamos más, y desde ese día solo somos dos buenos amigos que alguna vez tuvimos sexo, y compartimos esta gran historia juntos.

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