sábado, 28 de septiembre de 2013

Historia de Guagua.

Ni recuerdo exactamente qué día era, solo sé que estaba en casa de mi abuela bien aburrido. Recibo la llamada de un amigo que cambió mi tarde.
Sin darme cuenta estaba en la guagua de camino a mi casa para vestirme y llegar a tiempo al evento que había en el Karl Marx, era algo de mucha farándula, toda la “crème de la crème” estaría allí. En la parada próxima a la que me había montado sube un muchacho y se sienta a mi lado, lo miro y quedo impactado de lo bonito que era, pero cambié la mirada porque no me gusta que se den cuenta de cuándo miro por placer o por curiosidad, y esta ciertamente era una mirada para matar. Sin embargo me doy cuenta de que el muchacho vuelve su mirada hacia mi en varias ocasiones, cosa que provoca en mi mucha curiosidad y me giro a verle, resulta que coincidimos las miradas y PUF…..como en las películas, no hizo falta hablar nada, supimos al momento que nos gustabamos.
Disimuladamente pongo mi mano izquierda en mi rodilla, acercándola a la suya, y le rocé su mano, que por “casualidad” estaba ahí. Nos acariciamos las manos en repetidas ocasiones, cada uno mirando hacia un lugar distinto, para dar la idea de que no sucedía nada, para suerte mía en casa no había nadie, y se acercaba mi parada. No tuve que decir nada, solo pararme del asiento y caminar hacia la puerta más próxima. El hizo exactamente lo mismo en el sentido contrario, para no levantar ningún tipo de sospecha.
Me bajé y se me acercó, caminamos juntos hacia mi casa, le invité a pasar, y aceptó. Apenas entramos a la sala y la puerta estuvo cerrada, se lanzó a besarme y le seguí sin chistar. Le invité a sentarnos en el sofá y continuar con lo que era sin duda alguna la experiencia más morbosa que había experimentado. Me sentí muy bien. Detuve todo por un momento para darme un baño y poder llegar hasta el final, él estaba acabado de salir del baño, se le notaba, yo aún no. Me di un baño y enseguida fui hasta la sala y le hice quitarse toda su ropa, yo estaba sin ella desde que salí del baño.
Su cuerpo era espléndido, mandado a hacer, era obvio que le gustaba hacer ejercicios, su cuerpo lo decía. Tenía un abdomen para no dejar de ver, en fin, todo un muñecón el que me habían mandado. Me encantó escucharlo decir: “quiero que me la metas”. Eso fue como ponerle más sazón a lo que se cocinaba. Verlo apoyado sobre el espaldar del sofá, y mirando hacia atrás en espera de la penetración, es un recuerdo que perdurará en mi. Poder pasar mis manos por todo su cuerpo desnudo, escucharlo gemir y decir cosas obscenas me excitaba mucho. Lo hicimos en ese sofá de tantas maneras como era posible, no veía la hora de llegar al éxtasis, parece que lo intuyó, porque cuando estaba casi a punto me hizo nuevamente otra petición, quería que todo cayera en su espalda, y así fue. Era tanta mi excitación que llené toda su espalda de la muestra de mi placer, y lo disfrutó mucho porque apenas derramé la primera gota en su espalda, él hizo lo mismo en el suelo. En cuanto terminamos, nos limpiamos y me empecé a vestir para ir al Karl Marx, él sencillamente se vistió y me dijo: “me voy”. No nos dimos teléfonos ni nada por el estilo, solo nos dijimos adiós. Salimos juntos hasta una esquina de la calle diez, después cada cual tomó su camino.
Así terminaba una de las historias más morbosas que me ha sucedido. Era de esperarse, como dice el famoso dicho: todo lo que empieza, termina. Y así terminaba mi historia de guagua.

2 comentarios:

  1. Una historia que me encantó, ya me la sabia ehh....Sigue así amigo...MUA!!!

    ResponderEliminar
  2. Me encantan estas cosas que suceden en las guaguas, a mi me suceden mucho, solo que nunca me he atrevido a seguirle la rima a niguna de ellas por miedo. Gracia por contar tus historias querido...Besos!!!

    ResponderEliminar